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  • Ana Escobar

Un pedazo de mi vida

Por María Lucila Guallichico Sinalín


Mi papá se llamaba Nicolás Guallichico y mi mamita Tránsito Sinalín. A los 9 años me mandaron a trabajar en Quito, con la promesa de esa señora de que me iba a poner en la escuela, luego de un tiempo de servir en esa casa asistí a la escuela nocturna. Alcancé a estudiar un año, pero era muy duro trabajar todo el día y estudiar en la noche, y aunque estuve un año en la escuela, en la cabeza no entró los estudios. Mis papás siempre insistían que aprenda, que estudie, pero no duré mucho en Quito y me regresé a Cotogchoa.

A los 12 años, en la Hacienda El Cortijo, me dedicaba a cuidar el jardín. Pasaron los años y ahí mismo conocí a un joven gallo, al que le echaba ojo. Con él estuve un año, así que mi mamita nos hizo casar cuando yo tenía 17 años.

Recién casada con mi marido nos gustaba ir a las fiestas en Chillo Jijón porque eran muy novedosas esas festividades. Para poder asistir, mi marido entregaba al cuetayo, el rejo para el ordeño, y yo como nunca tuve vacaciones en el ordeño, le dejaba a una peona a cargo para poder salir a la fiesta.

Me vestía con un lindo anaco y manillas para estar bonita, y cuando llegaba a la plaza era tan lindo ver a los bailarines vestidos de blanco, puestos cascabeles en las piernas, sombreros y pañuelos de muchos colores en el cuello. La banda de Chillo era la más famosa y ponía alegría a la fiesta, y los solteros aprovechaban para pestañear a las jovencitas. La comida no faltaba, un motecito en platito de barro y con cuchara de palo nos servíamos, y para beber una buena chicha.

Contenta me casé, pero después cambió todo. Toma puñete por los celos, acciones que me llevaron a arrepentirme de haberme casado. En esa época era todo diferente, no se pensaba en el divorcio como ahora, aunque sufrí mucho tuve una gran bendición, mis hijos.


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